Una serie de cosas que no sé describir se entretienen juntas, en alabanza a una de ellas mismas más alta, son lo mismo. Son.
Un Dios lleno de cosas se entretiene a sí mismo, con sus otros sí. Sin.
Un algo hecho de nada surge contento como nadie. Echa la baba.
Otro en su casa se sacude la playera, se le meten los mosquitos que son solo unas gotas de manchas de cera.
Unos laberintos hablando no saben cual es la boca o las orejas o la cara o la verga. Y lo hablan.
Una diversa serie de cosas que son, no callan ni callan. Son más que uno mismo pero se saben tratar como tal.
Dos series de cosas saben, saben por las cosas. Saben tratar como tal.
Una tercera dormita, abrazado a las colas del ojo. Está soñando, cada vez que la mirada hace sonrojos.
Una noche tibia se apacigua en la espalda.
Un algún esta lleno, sino es que se le ha olvidado y recordado un vacío. Inconcluso, incluso: se vuelve dorado.
Esta vez, arrojo mi puente oscilante con ganchos que atrapan sus tierras, pasamos sin vernos con el beso los hombros, y entonces cada uno allá en las del otro, en el otro, en la entrada de peñasco de un universo. Al regresar al puente, le hemos dado toda la vuelta llegando nuevamente a nuestras tierras, nos tiramos.
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